Tus ojos negros, tus ojos,
tienen la culpa de to;
si no los hubiera visto,
por los clavitos de Cristo,
que no me viera así yo.
Quiero que esos dos luceros
me alumbren de noche y día,
porque si no yo me muero, ¡vida mía!
Tus ojos negros, tus ojos,
candiles de mi dolor,
tus ojos tienen la culpa,
tienen la culpa de to.
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